Con esta entrada cierro la crónica de mi viaje a Roma en agosto de 2011.
Como ya comenté anteriormente, después de pasar todo el día en el Vaticano, aún nos quedaban ganas de acercarnos al Castillo de San Angelo. Eso sí, lo vimos sólo por fuera. Es una construcción muy original (tengo entendido que era una prisión) pero me pareció bastante feo. Las grüas y las obras que había al lado le restaban también bastante encanto.
Para acceder hay que cruzar el Tíber por un puente adornado con estatuas de ángeles, (el puente de San Angelo). Este sí es un puente precioso, aunque después de haber paseado por el de San Esteban en Praga, no me impresionó tanto.
El Castillo con su forma redonda
Uno de los ángeles del puente, bañado por la luz del atardecer.
En el puente había muchos candados con nombres de parejas grabados. Los he visto también en los puentes de París y en los del Guadalquivir.
A pesar del cansacio y alguna ampolla, teníamos que aprovechar la estancia al máximo, y nos levantamos la mañana siguiente dispuestos a ver muchas cosas.
Con nuestra lista de "monumentos y lugares imprescindibles por ver" en la mano decidimos ir antes que nada, a echar la monedita en la Fontana di Trevi.
No imaginaba la Fuente tan grande. Esta vez sí me pareció que la fama estaba justificada, es un monumento muy bello. Hicimos la turistada y arrojamos unos céntimos. Curiosamente, había muchos turistas mirando o haciendo fotos, pero ninguno arrojando monedas. Fue vernos a nosotros y ponerse a imitarnos.
Gigantesca.
El frescor del agua era una delicia.
Muy cerca de ahí, de pura casualidad, nos topamos con el Palacio Doria-Pamphilj, que venía recomendado en la guía, así que decidimos entrar y no nos arrepentimos.
Es un precioso edificio, propiedad particular de la prestigiosa familia Doria, muy bellamente decorado y que cuenta con una impresionante colección de pintura y escultura. No sólo las salas nos encantaron por su decoración, si no las obras de arte que se exhibían, una vez más muchas y de primer orden. Desgraciadamente no dejaban hacer fotos, así que sólo puedo compartir las que tomamos en la entrada.
La joya de la colección es un retrato del Papa Inocencio X (miembro de la familia Doria), de Velázquez.
Podéis ver algunas de las obras que contemplamos en LA WEB DE LA GALERÍA. Pero las que se muestran en el sitio son una pequeñísima parte de lo que contiene el palacio.
Entrada.
Busto de la entrada, en marmol de distintos colores y con unas vetas preciosas.
Una de las estancias del palacio.
No demasiado lejos del Palacio está la Plaza de Navona, que no podíamos dejar de ver. Otra gran plaza, esta vez alargada, rodeada de iglesias y con unas fuentes verdaderamente bellas, esculpidas por Bernini.
Iglesia de Sant'Agnese in Agona.
La Fuente de los Cuatro Ríos
También nos encantaron las heladerías que había allí mismo. Nos dimos el gustazo de probar unos helados buenísimos en la misma plaza.
Hartos de comer en cualquier sitio y con ganas de probar cocina italiana en condiciones hicimos caso a la guía guía que traía mi amigo y fuimos a uno de los restaurantes recomendados, que no estaba demasiado lejos de allí. Se llama IL FICO.
La comida estaba muy buena y el precio era bastante razonable. Yo pedí un risotto ai frutti di mare con tanto mejillón y marisco que casi no se veía el arroz. Delicioso.
Una de las salas de Il Fico.
Por la tarde seguimos nuestra ruta y nos acercamos al Panteón. Es uno de los edificios romanos mejor conservados, aunque tiene muchos añadidos posteriores. Era un templo dedicado a todos los dioses, pero hoy día es una iglesia. En su interior se encuentran las tumbas de Victor Manuel II y su esposa, los primeros reyes de la Italia unificada.
El Panteón por fuera, otro monumento de grandísimas proporciones.
Por dentro. También aquí mandaban insistentemente callar, algo mucho más molesto que el murmullo de los visitantes.
El orificio del techo. La zona de suelo que hay justo debajo está acordonada para que no puedas pasar y tropezarte si ha llovido y está mojado.
Para desconectar un poco de tanto monumento e iglesia dedicimos ir a Forbidden Planet, la tienda de comics que vimos recomendada en internet. Estaba en la otra punta y tardamos mucho en llegar. Para colmo, cerraban antes de lo esperado (a las 19:30). Llegamos a las 19:25 y a pesar de nuestra insistencia ya no nos dejaron entrar. Al menos vimos una zona menos turística y probamos el metro, que tiene sólo dos líneas.
No todos los vagones ni todas las estaciones eran tan cutres, pero el metro de Madrid le da cien vueltas al de Roma.
Por la noche nos acercamos de nuevo a la Fontana di Trevi, queríamos verla iluminada y era esa noche o ninguna; la tarde siguiente salía nuestro vuelo de regreso a España.
La iluminación nos gustó mucho, mereció la pena volver hasta allí. Había mucha más gente que por el día.
La Fontana iluminada.
Nuestro plan inicial para el último día era visitar la iglesia de San Pietro in Vincoli, donde se encuentre el Moisés de Miguel Ángel y pasear por el Trástevere, una de las zonas con más ambientillo de Roma y donde suele salir la gente a divertirse.
Pero las circunstancias cambiaron parte de nuestros planes...
La Roma Pass ya no tenía validez, así que subimos al autobus de gorra. Después de todo, ni los mismos romanos validan el billete, así que no hacerlo no llama la atención. Pero en una parada subió un segundo conductor, o quizás un revisor. Por miedo a que nos pidiera que le mostráramos el billete, decidimos bajarnos en la siguiente parada. Por la ventana se veía el Circo Massimo, así que mi amiga dijo en voz alta: "Esta es la parada del Circo, nos bajamos aquí". Captamos la indirecta y nos apeamos...(Junto con otras cuantas personas que tampoco tendrían billete).
Para nuestra sorpresa, según leímos en el cartel de la parada, estábamos en "Bocca della Verità". ¡La Boca de la Verdad! Yo quería ir a verla en honor de la famosa escena de la película "Vacaciones en Roma", pero lo habíamos descartado porque nunca nos venía de paso...
Cosas del destino.
La vieja máscara de piedra está bastante erosionada. Unos turistas japoneses nos hicieron la foto en que posamos los tres juntos con la mano dentro de la famosa boca. Se encuentra en la pared de una iglesia antiquísima, Santa Maria in Cosmedin, que aprovechamos para visitar. El templo debe de ser paleorrománico, con vigas de madera en el techo y paredes cubiertas de policromía de la que que apenas queda nada. Mereció la pena que el azar nos llevara hasta allí. También había unos cuantos templos romanos en la zona, pero estaban restaurándolos y sólo se podían ver desde fuera.
Está muy deteriorada.
Exterior de Santa Maria in Cosmedin.
Interior. Como veis queda muy poco de los frescos que seguramente cubrían toda la pared.
Después de ver la Iglesia pasamos por el Circo Massimo, pero queda tan poco de aquél lugar donde se celebraban las carreras de cuadrigas en la época de los césares, que decidimos no entrar.
Restos del Crico Massimo.
Otra de las cosas que yo tenía verdaderas ganas de ver era el Monumento a Victor Manuel II, un ENORME edificio construido en el megalómano honor del primer rey de la Italia unificada (finales del siglo XIX).
Por lo que leí después no es muy popular porque para levantarlo arrasaron ruinas romanas y medievales y su blanquísima piedra deslumbra cuando le da el sol de pleno, pero lo cierto es que es una construcción imponente. Salvando las distancias (sobre todo en cuanto a tamaño) su estilo me recuerda un poco al del monumento a Alfonso XIII, más o menos de la mísma época, y que se encuentra en nuestro madrileño parque de El Retiro.
Pues bien, pudimos visitarlo. Subimos las escaleras hasta una de las partes más altas, desde donde hay unas vistas buenísimas de la ciudad y también pasamos un buen rato en su interior, donde se encuentra un museo dedicado a la Unificación Italiana.
Os hareis una idea del tamaño si lo comparáis con el de las personas que hay en la base.
En el Monumento a Víctor Manuel II, bajo una escultura de Minerva con la Victoria en la mano, se encuentra la tumba al soldado desconocido. La custodian permamente dos guardias.
En el interior.
Uniformes de la época de la Unificación. Había piezas muy interesantes de ese período. (Incluso los pantalones de Garibaldi.)
En el museo había una interminable colección de banderas italianas...
Desde arriba había unas vistas geniales, como esta de Santa Maria di Loreto y la imponente Columna de Trajano.
O el teatro de Marcelo. (que debería llamarse anfiteatro al ser sólo media esfera).
No podíamos dejar Italia sin ver el Moisés de Miguel Ángel, así que nos dirigimos a la Iglesia de San Pietro in Vincoli. Tuvimos que subir una enorme escalinata; no había otro modo de acceder.
La iglesia es muy bella y el interior está perfectamente restaurado. La escultura de Miguel Ángel...Una maravilla. Grandioso. Parece que en cualquier momento pudiera levantarse de su silla de piedra.
Interior de San Pietro in Vincoli.
Inquietante escultura de la Muerte en un nicho de una de las paredes.
Lo que habíamos venido expresamente a ver: no nos decepcionó.
Caminamos hasta la plaza de San Giovanni in Laterano (S. Juán Letrán) y desde allí bajamos hacia el Coliseo, pues callejeando se encontraba el restaurante donde decidimos ir a comer. Venía también recomendado en la guía. Y nos encantó. Buena comida, servicio atento y precios razonables. el sitio se llama I Clementini.
Yo pedí pastel de berenjena con queso parmesano. Estaba buenísimo.
S. Giovanni in Laterano.
Después de comer recogimos nuestras maletas en la cosigna del hotel y esperamos el taxi concertado. Esta vez sólo hubo un pequeño retraso en el vuelo.
***
Me encantó la experiencia, no descarto volver a Italia en el futuro y aunque Roma me parece una ciudad única y de grandísimo valor histórico para la Humanidad, he vuelto queriendo un poquito más a Madrid, que si bien no tiene ruinas romanas ni tantísimas obras de arte (sin despreciar en absoluto al Museo del Prado) es mucho más moderna y habitable y tiene más vida. No hay nada como salir fuera para apreciar más el lugar donde vives.
BONUS:
Unas fotos sueltas de cosas que me llamaron la atención:
Un cura preguntando a un policía. En España ya es raro ver sacerdotes con sotanas largas.
Microbus artístico.
Edificio en S. Juan Letrán al que parecen haberle crecido ruinas romanas encima.
Humor italiano en una tienda de regalos.
Very typical. Precioso FIAT.
Yo creo que en China no hay tantas bicicletas como scooters en Roma. Hay más motos que coches. También hay muchísimos Smarts.
Como ya comenté anteriormente, después de pasar todo el día en el Vaticano, aún nos quedaban ganas de acercarnos al Castillo de San Angelo. Eso sí, lo vimos sólo por fuera. Es una construcción muy original (tengo entendido que era una prisión) pero me pareció bastante feo. Las grüas y las obras que había al lado le restaban también bastante encanto.
Para acceder hay que cruzar el Tíber por un puente adornado con estatuas de ángeles, (el puente de San Angelo). Este sí es un puente precioso, aunque después de haber paseado por el de San Esteban en Praga, no me impresionó tanto.
El Castillo con su forma redonda
Uno de los ángeles del puente, bañado por la luz del atardecer.
En el puente había muchos candados con nombres de parejas grabados. Los he visto también en los puentes de París y en los del Guadalquivir.
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