Nuestro segundo día en Roma nos levantamos muy temprano y fuimos a la Villa Borghese, dispuestos a empaparnos de arte.
De vuelta en España nos enteramos de que sólo hay dos pases diarios con plazas limitadas y que mucha gente que quiere visitar la galería se queda con las ganas. Sin saberlo, nosotros entramos sin problemas. Tuvimos que dejar los bolsos y las cámaras en una consigna, había fuertes medidas de seguridad. Me fastidió que no permitieran sacar fotos, ni siquiera sin flash.
De vuelta en España nos enteramos de que sólo hay dos pases diarios con plazas limitadas y que mucha gente que quiere visitar la galería se queda con las ganas. Sin saberlo, nosotros entramos sin problemas. Tuvimos que dejar los bolsos y las cámaras en una consigna, había fuertes medidas de seguridad. Me fastidió que no permitieran sacar fotos, ni siquiera sin flash.
La villa Borghese es un palacio barroco que ya por sí solo merece la pena visitar. Está rodeado de jardines, que en su día serían espléndidos, pero que hoy son un parque público que me recordaba un poco a El Retiro madrileño, pero más descuidado. Había muchas familias con niños, gente en bicicleta o haciendo deporte... Yo creo que fue el espacio verde más grande que vimos en Roma.
El interior del palacio es una maravilla: Las paredes y sobre todo los techos están cubiertos de frescos bellísimos. Como digo, ya sólo por eso estaría justificado entrar a verlo. Pero es que el edificio es sólo el envoltorio. El "regalo" son obras de arte de primer orden desde la época romana al siglo XIX. Hay piezas de Caravaggio, de Rafael, de Tiziano y como ya dije en otro post, lo que más me impactó: las esculturas de Bernini, especialmente El Rapto de Proserpina y Apolo y Dafne.
Nunca he visto esculturas que parezcan tan vivas, con tanto movimiento, cuya piel parezca tan blanda, cuyos músculos tan en tensión, con una composición tan elegante, bellas las mires desde el ángulo que las mires y con un trabajo tan detallado en cada mechón de pelo, cada hojita, cada trozo de tela... Esas grandes figuras de mármol blanco situadas en ese espacio tan hermoso me causaron una fuerte impresión. Si tuviera que decir qué me ha gustado más de todo lo que he visto en Roma, sin duda diría que fueron estas esculturas.
Estas fotos no son mías (como he comentado ya, no permitían hacerlas).
Rapto de Proserpina.
Aquí no se perciben las lágrimas de Proserpina.
¿Quién diría que este cuerpo es de piedra fría y dura?
Ninguna foto le hace justicia, os lo aseguro.
Apolo y Dafne. (La ninfa que se transforma en laurel para evitar que Apolo la viole). Otra maravilla.
Parece estar transformándose ante nuestros ojos.
La ligereza de la tela, las hojas, el detalle de los rizos, la textura de la corteza...Hay que tenerlo delante para poder disfrutar de tanta belleza.
Podría haberme quedado horas sólo delante de estas estatuas.
Había más obras de Bernini, como un David a punto de atacar a Goliat, con todo su cuerpo en tensión y un gesto de fuerza contenida muy expresivo.
A raíz de este viaje, Bernini se ha convertido en uno de mis artistas favoritos.
Podéis haceros una idea de algunas de las otras grandes obras que vimos en ESTE LINK.
Y es que se exponen tantas grandes pinturas que no sabría mencionarlas. Piezas increíbles en perfecto estado, con un colorido espectacular. Bien conservadas o recién restauradas, algunas parecían recién pintadas a pesar de los siglos transcurridos.
Pasamos toda la mañana en este museo maravilloso. Lo único negativo es que en la cafetería no hay asientos; tienes que tomarte el café de pie. En realidad hay mesas y sillas...¡Pero no te permiten utilizarlas! Deben de estar reservadas...o quizás es que no tienen personal para atenderlas...
No sé la razón, pero necesitábamos descansar un poco y aquello nos puso de mal humor. Un paseo por los jardines nos devolvió un poco el ánimo.
Nos apeamos del autobus en la Plaza del Tritón, muy cerca del Palacio Barberini. Otro museo con colecciones impresionantes. Estuvimos a punto de entrar, pero decidimos dejarlo para otro día, la villa Borghese ya había saciado de sobra nuestra sed de arte para todo el día. Al final no tuvimos oportunidad de regresar más adelante, pero es que hay tantísimas obras maestras en Roma, que en cinco días no se puede ver todo. No hay más remedio que renunciar a algunas cosas.
Caminando de vuelta del palacio vimos estas placas en el suelo. Estremecedor.
Asados de calor y muertos de sed y hambre,volvimos a hacer mal las cosas y entramos en un restaurante cualquiera: no podíamos más. Este era barato, pero no muy bueno. Todos los camareros eran pakistanís. Yo pedí un risotto con almendras bastante insípido. El camarero que nos atendió nos hablaba en inglés mezclado con español, a pesar de que nos dirigíamos a él en italiano. Como resultado, nos acabó liando y le respondimos frases como "The same para mí, por favor". XD
A mi risotto le faltaba sabor y estaba algo duro. Por lo menos no me cobraron una burrada.
Por la tarde visitamos la popular Plaza de España. Muchas escaleras para dar a una fuente bastante sosa. Pensé que habría pintores, ambientillo bohemio...pero no.
Sólo manadas de turistas y escalones. Mucha acera en mal estado y demasiados peldaños. Ideal para perder peso.
Hay muchos obeliscos por toda Roma. Los trajo Julio César de sus campañas en Egipto.
Una vez abajo, encontramos una calle que debía de ser la más cara de Roma, con todas las tiendas de las grandes marcas. Nos gustó lo que vimos en el escaparate, pero más aún los dependientes que se encontraban en el interior. Parecían modelos. Daban ganas de entrar a probarse algo aunque no pudiéramos permitirnos comprar.
Pasamos a una cafetería muy bonita y salimos dos segundos más tarde sin haber consumido: en la carta de precios de la pared, vimos que un simple café costaba....¡8€!
Vista desde arriba, antes de bajar las escaleras. La calle que se ve justo de frente es la de las tiendas de marca.
Escaparate de Gucci. Me encantan los trajes italianos, con su corte entallado.
Tras las tiendas fuimos a otra de las grandes plazas, la Piazza del Popolo. Es inmensa. Un espacio amplísimo rodeado de esculturas, iglesias... Preciosa. Pero tuvimos que recorrerla entera para encontrar algo de sombra.
Uno de los rincones de la enorme plaza.
Fuimos a ver el Mausoleo de Augusto, pero lo estaban restaurando y no se podía entrar. Así que nos sentamos en una cafetería donde tomamos unos pastelitos de limón muy ricos con un caffe freddo.
Estaba buenísimo. Esto y el aire acondicionado del local nos hizo resucitar.
El día siguiente lo dedicamos por completo a visitar el Vaticano.
El autobus que nos dejaba allí nos dio un agradable paseo por la orilla del Tíber y sus puentes.
El Vaticano se considera un país dentro de Italia, pero independiente de esta nación... Sin embargo, no hay fronteras ni nada que lo delimite. Tal vez fijándose un poco se aprecia la diferencia. Se nota que el Vaticano tiene más presupuesto: las calles están más cuidadas y limpias y hay instalaciones más modernas.
Ante la muralla que rodea los Museos Vaticanos, de nuevo nos dimos el gustazo de dejar atrás una cola interminable: traíamos las entradas, previamente reservadas on line.
Yo, ignorante de mí, pensaba que se trataría de cuatro habitaciones con algunas pinturas y frescos...Pero resultó ser un conjunto impresionante de museos completos comunicados entre sí, cada uno de ellos compuesto por salas y salas y salas llenas de obras maestras de incalculable valor. Es imposible verlos todos en un día.
En el centro de los museos está el "Palacio de la Piña", con su enorme patio, que da acceso a varias de las salas.
En el centro del patio se encuentra esa extraña escultura moderna con la forma de planeta Tierra. Desde allí se ve la cúpula de San Pedro.
Aún en el patio podían apreciarse algunas maravillas, como el Apolo de Belvedere que mostré en el primer post, el Laoconte y el Hermes de Andros.
Laoconte y sus hijos. obra maestra del estilo helenístico.
El Hermes de Andros con su curva plaxiteliana (esa pose inclinada) que se consideraba una de las claves de la belleza en la escultura clásica.
Este señor con barba nos saluda mostrándonos las vergüenzas.
Ya dentro, accedimos a una galería infinita repleta de estatuas griegas y romanas de todos los temas y tamaños.
La escultura griega es preciosa, pero me quedo con la romana por su realismo y su habilidad para el retrato y para mostrar a las personas tales cuales eran. Me resulta mucho más expresiva.
Estas esculturas son una fuente de documentación impresionante. Me llamó la atención la gran variedad de tocados y peinados que se estilaban.
Como para nuestra decepción, las salas dedicadas al Museo Egpcioestaban cerradas, comenzamos por el Museo Etrusco.
Los etruscos son una antigua civilización oriunda de Italia, anterior a los romanos. Había muchas piezas de todo tipo: armas, joyas, muebles, pero lo que más abundaba son las cerámicas. Vimos tantas y tantas vasijas y ánforas, que uno de mis amigos acabó maldiciéndolas. Nos pasamos el resto del viaje metiéndonos con él y las cerámicas.
Soy incapaz de distinguir estas piezas de las griegas. Parece ser que los etruscos importaban artículos de Grecia y los imitaban.
Lo de caricaturizar viene de antiguo.
Nos cuesta creer que la censura vaticana haya hecho la vista gorda ante estos faunos "emocionados".
No sé qué son estos bichos deformes, casi parece arte africano.
El torso es lo único que queda de una escultura de bronce, pero nos pareció bellísimo incluso siendo un mero fragmento.
Esta es la pieza más famosa del Museo Etrusco.
Como buenos inexpertos, pasamos demasiadas horas mirando ánforas, sin sospechar de que aún teníamos tantísimo por ver.
De todo lo que contemplamos después, no sabría decir qué pertenece a cada museo. A veces pasabas de uno a otro arrastrado por la avalancha de visitantes y mientras unos estaban formados por varias salas, otros eran mucho más pequeños, como el de tapices o el de mapas, que miramos sólo porque nos pillaban de paso.
Todas las paredes y techos estaban ricamente decorados o adornados con frescos, de modo que miraras adonde miraras, todo te dejaba con la boca abierta...al menos cuando aún llevábamos pocas horas y no habíamos llegado al punto en que ya no fuimos capaces de ver nada más. Incluso los mejores platos, en exceso, pierden su sabor.
Ni en años terminaría una de ver cada detallito.
Uno de los frescos que adornaban los techos.
Al límite del agotamiento, decidimos parar para comer. Dentro del recinto de los museos hay varios restaurantes de distintos precios. Comimos en la pizzería porque había menos gente. La relación calidad-precio nos sorprendió gratamente. Se ve que en el Vaticano son menos chorizos que en Roma.
Ya algo recuperados, nos pusimos en marcha de nuevo.
Esta sala nos impactó mucho. Fijaos en el tamaño de las esculturas. El techo es parecido al del Panteón. Las figuras representan a Apolo, las musas y el emperador Claudio. Desde este ángulo tengo la impresión de que el enorme altar central, que seguramente servía para hacer una hoguera, es una cazuela donde los dioses están cocinando a los turistas.
Otra sala de gran belleza. La fotografié de refilón: no era de libre acceso.
Otra de las cosas que más nos llamó la atención es una colección dedicada exclusivamente a esculturas de animales. Bichos de todo tipo, incluso especies de otros continentes y seres mitológicos. Todos esculpidos con una perfección asombrosa.
Impresionante.
Los animales eran geniales, pero a mí me llamó más la atención este tritón, o centauro marino secuestrando a una nereida. Las olas y la sensación de ingravidez de los cupidos y de movimiento están conseguidísimas.
Antes de buscar la Pinacoteca, miramos la colección de vehículos oficiales de los Papas.
La mayoría eran carrozas del siglo XIX. Esta es la más recargada.
También había varios Rolls antiguos y este Papamóvil.
No se puede ir al Vaticano y no presenciar la Capilla Sixtina. Casi nos perdemos buscándola, y tras pasar por varias salas que en principio no teníamos intención de visitar, dimos con ella.
Está restaurada y los colores son vibrantes y nítidos. Al estar tan abarrotada de gente, no se apreciaba toda su amplitud. Es una maravilla, pero me impresionó algo menos de lo que esperaba. Quizás los vigilantes chistando y pidiendo silencio constantemente (algo mucho más molesto que el rumor de los turistas), el calorazo y el no estar permitido hacer fotos tuvieron gran culpa de ello. Sin embargo, nos las apañamos para hacer algunas fotografías de estrangis. Mi amigo sacó el movil mientras mi amiga y yo le parapetábamos para protegerlo de la mirada de los vigilantes.
No es la mejor foto del mundo, pero demasiado bien quedó tal y como la sacó mi acompañante.
Aquí se distingue mejor la calidad de los colores.
Sin más remedio que renunciar a los apartamentos de los Borgia y a las salas de Rafael, que nos hubieran obligado a recorrer otra vez buena parte de lo andado, entramos a la Pinacoteca. Y de nuevo nos aturdió la ingente cantidad de salas repletas de pinturas (sobre todo religiosas) de todos los períodos. Caravaggio, Rafael, Leonardo, bizantinos, italianos, flamencos, renacentistas, barrocos...
Algunas de las maravillas que vimos. Todas ellas en un estado perfecto, parecían recién pintadas.
Pero si hay que elegir, nos quedamos con la "Transfiguración", de Rafael. Todavía estaba pintándolo poco antes de morir. Un cuadro imponente y bellísimo.
Con el miedo de que nos cerraran la Basílica de San Pedro, dejamos los museos con un buen empacho de arte. Ya empezaba a atardecer.
Uno de los palacios que componen los Museos Vaticanos.
Hay que bajar por esta escalinata para salir, es un pelín peligroso.
La plaza de San Pedro. En la foto no se distingue lo amplísima que es.
Uno de los Guardias Suizos con su llamativo uniforme. Son suizos de verdad; es un requisito indispensable.
El interior de la Basílica es ENORME. Todo está hecho a una escala distinta, las personas parecemos insignificantes. Y lo que te rodea está fabricado con los materiales más nobles. Las paredes y columnas son de auténtico marmol y por todas partes hay grupos de esculturas y frescos. No hay palabras para describir tanta magnificencia. Ofende un poco que el monumento más representativo de la Iglesia tenga tal derroche de lujo, pero uno no se llega a indignar del todo si piensa que hoy día el Vaticano es como una caja fuerte que contiene un legado de toda la Humanidad. Vimos muchos turistas musulmanes y seguro que los habría de otras muchas religiones. Las creencias no importan porque el arte no entiende de religiones ni idiomas ni es un privilegio de unos pocos: está abierto a cualquiera que sepa apreciarlo.
Las famosas columnas de Bernini. No pudimos acercarnos más porque había misa.
La foto no da idea de la altura de los techos ni la atmosfera de recogimiento y grandiosidad.
Mi amigo el intrépido fue el único que se atrevió a subir a la Cúpula. Yo tengo acrofobia y mi amiga se echó atrás cuando leyó que las personas mayores, claustrofóbicas o débiles debían abstenerse. Parece ser que las escaleras son estrechísimas y muy complicadas de subir. El chico que vino con nosotrase es todo un deprtista y aún así pasó bastante agobio, pero según nos contó, las vistas merecían la pena.
Vista de la Básilica desde la cúpula.Mi amigo tomó la foto. (Le presté mi cámara.).
El sol empezaba a ponerse y anduvimos (más bien arrastramos los muñones) hasta el puente y el Castillo de San Angelo, ya que estaban muy cerca, compartiré alguna foto en mi siguiente entrada.
Dejamos el Vaticano con la sensación de que alberga tal cantidad de tesoros, que si este pequeño trozo de tierra desapareciera, la Humanidad se quedaría huérfana de una importante parte de su patrimonio cultural.
Continuará...
El día siguiente lo dedicamos por completo a visitar el
Pensábamos ver otras cosas de nuestra lista por la tarde, con la idea de que no nos llevaría mucho tiempo ver la ciudad papal... Alguien incluso llegó a contarnos que con 3 horas nos sobraría.
Pues no, nos pasamos allí la jornada completa y dejamos muchísimo por ver...Pero llegó un momento en que, entre la inmensa cantidad de visitantes, el calor que hacía en casi todo el recinto y nuestros pies destrozados de tanto caminar, ya no pudimos más.
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