En esta vista desde el Castillo Viejo se aprecian algunos de los monumentos más importantes.
Quería dejar constancia en este blog de un viaje que realicé hace exactamente dos años.
PRIMERAS IMPRESIONES
Conozco mucha gente que ha estado en Praga y todos me han hablado muy bien de la capital checa. ¿Merece la pena?
Sí, desde luego, mucho.
Viajé con una amiga. Nos movimos por la ciudad sin problemas a pesar de no hablar/entender una palabra de checo. Con mi guía y un mapa muy detallado que nos dieron en el hotel nos apañamos de maravilla.
De hecho, nos perdimos una vez y otra dimos unas cuantas vueltas en redondo, pero cuando ya nos dábamos por vencidas y pensábamos en ir a ver otra cosa...¡nos encontrábamos en los sitios que estábamos buscando!.
Cuando te apuntas a un tour, ves sólo lo que te quieren enseñar, lo "bonito" que muestran a los turistas. Sin embargo, si vas a tu aire descubres también otras partes menos atractivas de las ciudades, pero que te dan una impresión más completa de cómo es la vida en ellas.
La Ciudad Vieja desde el castillo.
Así, pudimos comprobar que hay dos Pragas. Una, concentrada en un área muy concreta donde se encuentran casi todas las maravillas de la ciudad: los monumentos más emblemáticos, la Historia, los museos, lo más interesante. Esta parte; patrimonio de la Unesco, no es bonita, es preciosa, deslumbrante. Mires a donde mires es todo un orgasmo visual: el Puente de Carlos, la Catedral de San Vito, la Casa Municipal, la Plaza del Ayuntamiento...Me impresionó tanta belleza en tan pocos kilómetros cuadrados.
Sólo por ello ya merece la pena estar allí. Todo está adaptado al turismo y en cualquier parte chapurrean italiano, español e inglés, es fácil entenderse.
La catedral desde un puente, al atardecer.
Pero también hay otra Praga, donde vive casi toda la población: una ciudad algo decadente y descuidada, con tiendas de ropa desfasada y pintadas en edificios que necesitan rehabilitación, con habitantes algo tristes y huraños y donde se aprecia que el país no está en su mejor momento económico.
En general los praguenses son amables, pero algo "grises": poco expresivos. Sobre esto tenemos una anécdota muy graciosa.
Vimos muchísimas librerías, museos y anunciaban gran número de conciertos. En general, hay mucha inquietud cultural y todo es bastante más económico que en España.
Las tiendas de marca tienen precios similares a los de aquí. Por muy poco dinero comes fenomenal. Aunque eso sí, hay que andarse con cuidado porque intentar estafar al turista es deporte nacional. Ni se os ocurra cambiar moneda en Praga: hacedlo antes de salir de vuestro país.
En cuanto a gastronomía, probamos el pato asado, la sopa de tomate, la de patata y el gulash de ternera. En la República checa tienen una cocina rústica y contundente, con influencia de la de los países que la rodean, pero muy rica, de sabores fuertes.
El gulash nos encantó; sabe parecido a nuestro "rabo de toro". De guarnición suelen poner unas rebanadas de pan blando, o chucrut, de repollo o lombarda. Tienen también mucha variedad de dulces y de panes, pero no de productos salados, como frutos secos o snacks.
En la calle hay puestos donde hacen una especie de pastel en forma espiral o donde asan salchichas. Y las cervezas....¡Qué cervezas! Sobre todo la negra, con un color cereza oscuro...Buenísima.
Pato con chucrut de lombarda, guarnición de pan y una birra buenísima (esta no era negra)
Si os gusta el estilo modernista-Art Decó, Praga os va a maravillar. Nunca he visto tanto edificio junto de la época y tan bonito. También hay muchísimas iglesias que merecen la pena.
Modernismo y neogótico por todas partes.
Me enamoré de estos huevos con pinturas de Klimt y Mucha...Pero eran demasiado caros para mi bolsillo.
Vidriera gótica.
Hay metro, pero preferimos ir por la superficie: Se mueve uno muy fácilmente en tranvía. Aunque compramos el billete en un kiosco, no hay revisor ni nadie que controle su uso, por lo que la mayoría de la gente ni siquiera lo valida. No sé si aconsejaros que subáis de gorra, pero desde luego a nosotras nadie nos pidió que mostráramos el billete.
El tranvía.
Las calles están pavimentadas con adoquines gruesos que le dan un toque más antiguo y estético, pero son una tortura para los pies y las pantorrillas. El primer día acabamos destrozadas y tuvimos que comprar calzado adecuado. Si viajáis a Praga no olvideis nunca llevar zapatos ultracómodos y de suela gordita.
Todo es muy verde y frondoso. Nunca había visto lilos tan enormes y con tantas flores. Hay mucha humedad y los cambios de temperatura son brutales. En un sólo día tuvimos variaciones de unos 15-16º. En nuestra breve estancia tuvimos un sol radiante, calor asfixiante, un viento frío que te cortaba la cara, lluvia torrencial, tormenta con truenos e incluso nieve...
No sé si siempre es así o es que esa primavera estuvo más loca de lo normal. Por suerte, las inclemencias nos pillaron siempre ya en el hotel o mientras comíamos, por lo que no nos impidieron disfrutar de la ciudad.
Este lilo era inmenso.
Y acerca del idioma, una se siente analfabeta allí. El checo es una lengua eslava, emparentada con el ruso y el polaco y, excepto alguna palabra suelta, sin relación alguna con el latín, el griego o el germánico, por lo que te parece que estás leyendo chino y nada te suena a nada. Por suerte, mucha gente se manejaba con el inglés. Con una chica me entendí con mímica. Nos hizo mucha gracia que en checo todo se declina, incluso los nombres propios. Por ejemplo, en una librería tenían un ejemplar de "Jane Austin". Pues, en la cubierta, ponía: "Jane Austinova". .
Nos reímos mucho también con la gran cantidad de palabras que terminan en "tranka"
En tres días nos dio tiempo a ver toda la parte antigua, casi todos los edificios que componen el complejo llamado "Castillo de Praga", incluída la preciosa catedral, presenciamos un cambio de guardia, el carillón del Reloj Astronómico, una exposición de pintura antigua y dos museos, el de Mucha y el del Juguete. También entramos en varias iglesias.
Quizás lo ideal sería quedarse al menos un par de días más, para asistir a algun concierto, ver las sinagogas por dentro, o mirarlo todo con algo más de calma, pero tampoco nos agobiamos y aprovechamos muy bien el tiempo.
Es una ciudad que se puede visitar bastante bien en un fin de semana. En próximos posts contaré con más detalle las visitas que hicimos y compartiré fotos.
Espero que mis experiencias sirvan de algo a alguien que tenga planeado viajar a Praga.
Calles praguenses.
.
No parecen recordar muy agradablemente su pasado comunista.
Sinagoga en el barrio judío.
Continuará....
Conozco mucha gente que ha estado en Praga y todos me han hablado muy bien de la capital checa. ¿Merece la pena?
Sí, desde luego, mucho.
Viajé con una amiga. Nos movimos por la ciudad sin problemas a pesar de no hablar/entender una palabra de checo. Con mi guía y un mapa muy detallado que nos dieron en el hotel nos apañamos de maravilla.
De hecho, nos perdimos una vez y otra dimos unas cuantas vueltas en redondo, pero cuando ya nos dábamos por vencidas y pensábamos en ir a ver otra cosa...¡nos encontrábamos en los sitios que estábamos buscando!.
Cuando te apuntas a un tour, ves sólo lo que te quieren enseñar, lo "bonito" que muestran a los turistas. Sin embargo, si vas a tu aire descubres también otras partes menos atractivas de las ciudades, pero que te dan una impresión más completa de cómo es la vida en ellas.
La Ciudad Vieja desde el castillo.
Así, pudimos comprobar que hay dos Pragas. Una, concentrada en un área muy concreta donde se encuentran casi todas las maravillas de la ciudad: los monumentos más emblemáticos, la Historia, los museos, lo más interesante. Esta parte; patrimonio de la Unesco, no es bonita, es preciosa, deslumbrante. Mires a donde mires es todo un orgasmo visual: el Puente de Carlos, la Catedral de San Vito, la Casa Municipal, la Plaza del Ayuntamiento...Me impresionó tanta belleza en tan pocos kilómetros cuadrados.
Sólo por ello ya merece la pena estar allí. Todo está adaptado al turismo y en cualquier parte chapurrean italiano, español e inglés, es fácil entenderse.
La catedral desde un puente, al atardecer.
Pero también hay otra Praga, donde vive casi toda la población: una ciudad algo decadente y descuidada, con tiendas de ropa desfasada y pintadas en edificios que necesitan rehabilitación, con habitantes algo tristes y huraños y donde se aprecia que el país no está en su mejor momento económico.
En general los praguenses son amables, pero algo "grises": poco expresivos. Sobre esto tenemos una anécdota muy graciosa.
Vimos muchísimas librerías, museos y anunciaban gran número de conciertos. En general, hay mucha inquietud cultural y todo es bastante más económico que en España.
Las tiendas de marca tienen precios similares a los de aquí. Por muy poco dinero comes fenomenal. Aunque eso sí, hay que andarse con cuidado porque intentar estafar al turista es deporte nacional. Ni se os ocurra cambiar moneda en Praga: hacedlo antes de salir de vuestro país.
En cuanto a gastronomía, probamos el pato asado, la sopa de tomate, la de patata y el gulash de ternera. En la República checa tienen una cocina rústica y contundente, con influencia de la de los países que la rodean, pero muy rica, de sabores fuertes.
El gulash nos encantó; sabe parecido a nuestro "rabo de toro". De guarnición suelen poner unas rebanadas de pan blando, o chucrut, de repollo o lombarda. Tienen también mucha variedad de dulces y de panes, pero no de productos salados, como frutos secos o snacks.
En la calle hay puestos donde hacen una especie de pastel en forma espiral o donde asan salchichas. Y las cervezas....¡Qué cervezas! Sobre todo la negra, con un color cereza oscuro...Buenísima.
Pato con chucrut de lombarda, guarnición de pan y una birra buenísima (esta no era negra)
Si os gusta el estilo modernista-Art Decó, Praga os va a maravillar. Nunca he visto tanto edificio junto de la época y tan bonito. También hay muchísimas iglesias que merecen la pena.
Modernismo y neogótico por todas partes.
Me enamoré de estos huevos con pinturas de Klimt y Mucha...Pero eran demasiado caros para mi bolsillo.
Vidriera gótica.
Hay metro, pero preferimos ir por la superficie: Se mueve uno muy fácilmente en tranvía. Aunque compramos el billete en un kiosco, no hay revisor ni nadie que controle su uso, por lo que la mayoría de la gente ni siquiera lo valida. No sé si aconsejaros que subáis de gorra, pero desde luego a nosotras nadie nos pidió que mostráramos el billete.
El tranvía.
Las calles están pavimentadas con adoquines gruesos que le dan un toque más antiguo y estético, pero son una tortura para los pies y las pantorrillas. El primer día acabamos destrozadas y tuvimos que comprar calzado adecuado. Si viajáis a Praga no olvideis nunca llevar zapatos ultracómodos y de suela gordita.
Todo es muy verde y frondoso. Nunca había visto lilos tan enormes y con tantas flores. Hay mucha humedad y los cambios de temperatura son brutales. En un sólo día tuvimos variaciones de unos 15-16º. En nuestra breve estancia tuvimos un sol radiante, calor asfixiante, un viento frío que te cortaba la cara, lluvia torrencial, tormenta con truenos e incluso nieve...
No sé si siempre es así o es que esa primavera estuvo más loca de lo normal. Por suerte, las inclemencias nos pillaron siempre ya en el hotel o mientras comíamos, por lo que no nos impidieron disfrutar de la ciudad.
Este lilo era inmenso.
Y acerca del idioma, una se siente analfabeta allí. El checo es una lengua eslava, emparentada con el ruso y el polaco y, excepto alguna palabra suelta, sin relación alguna con el latín, el griego o el germánico, por lo que te parece que estás leyendo chino y nada te suena a nada. Por suerte, mucha gente se manejaba con el inglés. Con una chica me entendí con mímica. Nos hizo mucha gracia que en checo todo se declina, incluso los nombres propios. Por ejemplo, en una librería tenían un ejemplar de "Jane Austin". Pues, en la cubierta, ponía: "Jane Austinova". .
Nos reímos mucho también con la gran cantidad de palabras que terminan en "tranka"
En tres días nos dio tiempo a ver toda la parte antigua, casi todos los edificios que componen el complejo llamado "Castillo de Praga", incluída la preciosa catedral, presenciamos un cambio de guardia, el carillón del Reloj Astronómico, una exposición de pintura antigua y dos museos, el de Mucha y el del Juguete. También entramos en varias iglesias.
Quizás lo ideal sería quedarse al menos un par de días más, para asistir a algun concierto, ver las sinagogas por dentro, o mirarlo todo con algo más de calma, pero tampoco nos agobiamos y aprovechamos muy bien el tiempo.
Es una ciudad que se puede visitar bastante bien en un fin de semana. En próximos posts contaré con más detalle las visitas que hicimos y compartiré fotos.
Espero que mis experiencias sirvan de algo a alguien que tenga planeado viajar a Praga.
Calles praguenses.
.
No parecen recordar muy agradablemente su pasado comunista.
Sinagoga en el barrio judío.
Continuará....
No hay comentarios:
Publicar un comentario