Otro viaje que no quería dejar de compartir en este espacio es el que hice en el puente de diciembre de 2009 a Stuttgart (Alemania) con un par de amigas y del que guardo muy buen recuerdo.
Todo salió bien y cumplí todos los objetivos que me había marcado e incluso alguno más que no esperaba realizar, como la visita a la preciosa
ciudad de Tübingen para la que pensé que no habría tiempo.
Aunque también pasamos por barrios grises y zonas industriales, regresé con la mirada llena de lugares hermosos: casas de fachadas entabladas, vegetación espesa, los adornos navideños y las luces de los mercados, el olfato cargado de aromas de dulces, de salchichas, de canela, de hierba mojada, el paladar y el estómago satisfechos con tantas comidas, pasteles y bebidas deliciosos y con la sensación de haber aprovechado el tiempo.
Visitamos el castillo Hohenzollern, que es como la guarida del malvado de un cuento de hadas; nos topamos por sorpresa con un festival del Chocolate, vimos mercados navideños llenos de artículos artesanales preciosos y hasta uno medieval en un marco idóneo para ello.
Fuimos tratadas con cordialidad y con una simpatía fuera de lo común por absolutamente todos los nativos (e inmigrantes turcos y griegos) con los que tuvimos trato y que incluso bromeaban con nosotras en cuanto tenían oportunidad.
El único pequeño punto negro fue un vendedor de bretzel que me estafó dos euros, y con el que no quise pelearme porque no tengo nivel de alemán para ello
.
Plaza del Ayuntamiento en Esslingen am Neckar.
En Alemania y otras zonas de su influencia cultural, tanto católicos como protestantes celebran el adviento, que son los días previos a la Nochebuena. Los calendarios de adviento con sus ventanitas que ocultan chocolates y los árboles de Navidad proceden de Alemania. En los tradicionales mercados se venden todo tipo de adornos (sobre todo de cristal y madera), dulces típicos y otras cosas de comer, regalos, etc. Y aunque vimos más músicos en Esslingen, son tradicionales los villancicos en vivo. No se permite la música grabada. Todo acaba en Nochebuena para volverse familiar y recogido.
Aunque Alemania tampoco se libra de Santa Klaus, ellos más que Papá Noel, tienen
San Nicolás (Sankt Niklaus) que era un obispo y que deja regalos a los niños EL 6 DE DICIEMBRE, no la noche del 24.
Toda Alemania sigue estas costumbres, pero escogí Stuttgart porque sirve de punto de partida para visitar otras pequeñas localidades y pueblecitos muy pintorescos.
La información que recopilé antes del viaje y los recorridos que programé facilitaron que pudiéramos movernos sin problemas por una región perfectamente comunicada con todo tipo de medios de transporte. Teniendo algo de idea del idioma o con nociones de inglés, es muy facil moverte por tu cuenta por este país.
Salimos de Madrid el sábado 5, por la mañana. Aunque tuvimos unos veinte minutos de retraso, llegamos a la hora prevista. Nunca había volado con la compañía Germanwings y bueno, no fue mal. Sin embargo, no puedo ocultar ciertos inconvenientes: Nadie de la tripulación hablaba castellano. En nuestro caso, no fue un problema, pero al regreso, una pareja tuvo algun contratiempo con una maleta que no cabía en los compartimentos y una pasajera tuvo que hacer de intérprete.
También nos hicieron alguna trampilla en la que caí miserablemente: cuando al reservar los billetes, pagas por cada bulto que piensas facturar, ese pago te cubre sólo UN TRAYECTO. Es decir, que, a la vuelta, tuvimos que volver a pagar. Por suerte, la chica del check-in era un encanto y gracias a su consejo nos las apañamos para meter todo en una sola maleta y ahorrarnos el tener que pagar por más equipaje.
Lo bueno de esta compañía es que tienen menús muy apañados y económicos para comer a bordo. Y hoy por hoy es la única con vuelos directos a Stuttgart que pueden ser baratos si los reservas con antelación.
Desde el cielo vimos nieve por los huecos entre las nubes: no sé si sería Suiza o una zona más al sur de Alemania. La cuestión es que cuanto más nos acercábamos a Stuttgart menos nieve había, hasta que desapareció toda para mostrar masas de verde oscuro e hileras de casitas que parecían una maqueta de trenes eléctricos. En un momento dado era como si las pudiéramos tocar...
Lo primero que vimos de Stuttgart desde el coche era bastante feo: zona industrial y barrios grises con edificios aburridos. Al menos no vimos construcciones muy altas y había mucha vegetación por todas partes. Estaba lloviendo ligeramente.
Apenas llovió durante los tres días del viaje, pero estuvo nublado todos los días. Sin embargo, no hizo el frío que esperábamos. (Cuando volví a Madrid, la temperatura era bastante más baja.)
Nos alojamos en el Hotel Rega Stuttgart, un Cuatro Estrellas muy bien comunicado y relativamente cerca del Centro. (La ciudad no es muy grande). Está situado en una calle algo fea, junto a un edificio con andamios, así que la primera impresión no fue muy buena... Pero despareció en seguida: Aunque el personal del hotel tampoco hablaba español, eran tremendamente alegres y simpáticos y nos atendieron muy bien. Había un ambiente muy familiar. Nuestra habitación tenía de todo, incluso un stalker en la ventana...
Una vez nos libramos de las maletas, visitamos el Casco Antiguo y la inmensa plaza del Palacio, donde estaba montado el Mercado de Navidad en el que ya nos metimos de lleno.
De los mercados que vimos esos días, el de Stuttgart nos pareció el más grande y completo: adornos navideños de cristal y madera, velas, artesanía de todo tipo, figuras del Nacimiento, dulces, comida, bebidas...Los puestos tenían unos tejados de madera muy decorados. Por lo visto hay un concurso anual que premia el tejado más vistoso.
En la plaza, que estaba abarrotada, había también una pista de patinaje, una pequeña noria e incluso un trenecito en miniatura al que podían subirse los peques. Comimos salchichas y otras delicias, allí de pie, entre los numerosos visitantes, que hacían lo mismo.
Aquí veis la Plaza, con su inconfundible Columna de la Concordia y el Palacio y la torre de televisión (es decir, el Pirulí de aquí) al fondo. No se ve el Mercado, situado más a la derecha.
El trenecito
Algunos puestos con productos típicos.
Como ya dije en otro post; en contra del tópico sobre la frialdad y antipatía de los alemanes, la gente nos pareció simpatiquísima. Muchos nos hablaban un poco en español cuando reconocían nuestro idioma. Me dio la impresión de que en general, los españoles les caemos bien.
¡Sorpresa! Para sentirse como en casa.
Este tejado lleno de Kens panaderos era la monda:
La parte más bonita del Mercado era la que se encontraba en la Plaza de la Stiftskirche, rodeada por los edificios más antiguos. Una cosa que me encanta de las iglesias alemanas (que son siempre altísimas) es que suelen llevar reloj en la torre.
Más tejados de puestecillos. Estos muñecos de madera que fuman en pipa son tradicionales:
Glühwein (vino incandescente). Nos bebimos unos cuantos aquellos días. Es vino con especias que se sirve muy caliente. Sabe parecido a la sangría y entra fenomenal. Si hace frío en la calle se te pasa al instante. Además, se sube que da gusto. Al poco rato te entra una risita tonta...
Lo sirven en unos vasos o tazas muy decorados que te cobran, pero que te reembolsan si lo devuelves. Yo me quedé con unos cuantos, de recuerdo.
Nos volvimos adictas a este brebaje. Lo probamos con Kirsch (licor de cerezas), con frutos del bosque, con miel (el mejor de todos), con manzana... Así que hicimos los honores a una región principalmente vinícola.
También bebimos cerveza, por supuesto. Sería un pecado ir a Alemania y no hacerlo.
Dejamos el mercado y dimos una vuelta por la ciudad. Entramos en una preciosa corrala, con su curiosa torre del reloj y la escultura de un caballero.
En esta fuente podéis ver la imagen de una yegua amamantando a su potro. "Stuttgart" significa "Jardín (criadero) de Yeguas". Por eso el escudo de la ciudad es una yegua rampante. (Escudo que curiosamente parecería que ha copiado la marca de coches Ferrari)
Pasamos por una plaza donde había un mercadillo de antigüedades y una reproducción de un poblado finlandés, con tiendas de pieles que recordaban los tippis indios. Aquí veis filetes de salmón ahumándose a la manera escandinava:
En esa misma plaza había un monumento decidado a uno de los Kaisers (no me preguntéis qué Guillermo Federico o Federico Guillermo en concreto porque me pierdo), rodeado de leones y un obelisco.
Estos troncos me hicieron mucha gracia:
Sobre las cinco de la tarde se pone el sol. Las farolas iluminan lo justo, aunque las luces navideñas del Mercado y algunos edificios dan una imagen también muy atractiva de la ciudad.
El Palacio (no recuerdo si el Viejo o el Nuevo) y alrededores:
Subimos a una torre coronada por la estrella de Mercedes desde la que había muy buenas vistas de la ciudad, que está metida en un valle rodeado por montes de viñedos. Mercedes Benz es todo un imperio en Stuttgart. Hay un museo Mercedes Benz del automovil, el estadio de futbol es el Mercedes Benz Arena y vimos paradas de tren enteras para llegar a varias dependencias de esta empresa. La estrella de tres brazos en la cima observando SU ciudad, parecía algo así como un Ojo de Sauron.
Las calles comerciales desde las alturas. Todas las marcas famosas tienen tienda aquí.
Imponente salida de la Estación Central, adonde acudiríamos al día siguiente para coger un tren a Hechingen.
Cenamos una ensalada en un italiano. Es difícil encontrar restaurantes típicos alemanes en Stuttgart. Lo que más hay son kebabs e italianos y algun burguer. Pero lo gracioso es que en los americanos, italianos y griegos que vimos, o donde comimos algo, las especialidades foráneas están muy adaptadas al gusto local y también sirven muchos platos de la zona..
De vuelta al hotel, nos acostamos pronto,
Había que madrugar para visitar el Castillo de Hohenzollern al día siguiente...
CONTINUARÁ...
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