Después de visitar el castillo de Hohenzollern, hicimos una visita improvisada a Tübingen.
Fue una decisión repentina, que resultó muy acertada.
Fue una decisión repentina, que resultó muy acertada.
Cuando programé este viaje y empecé a planificar qué podríamos ver en los escasos dos días y medio de que dispondríamos, tuve que descartar muchas cosas. Mi intención era empaparnos del ambiente de los mercados navideños y ver algunos lugares representativos; en especial Esslingen y su mercado medieval. Pero ante todo, tenía que ser una experiencia agradable y tranquila, no un recorrido-paliza de esos en que ves mucho en poco tiempo y terminas agotada. Por eso, tuve que renunciar a visitar los castillos de Sigmaringen y Liechtenstein (no confundir con el país del mismo nombre) que quedaban un poco retirados y muy a mi pesar, hubo que dejar de lado también Tübingen...
Pero el destino me reservaba una agradable sorpresa. Cuando por la mañana del domingo tomamos el interrail hacia Hechingen, vimos que el mismo tren pasaba también por Tübingen; sólo unas pocas paradas antes... (¡Pensé que estaba más lejos de Stuttgart!).
Aunque ya era de noche cerrada cuando llegó nuestro tren de vuelta, todavía no eran las seis de la tarde. ¡¡¿Cómo íbamos a volver tan pronto?!!! No habíamos planeado nada, ni mirado mapas, ni buscado información. Pero el destino quería que todo marchase sobre ruedas y no nos hizo falta. Enseguida llegamos al casco antiguo y no podéis imaginar el alegrón que me llevé cuando pasamos por la orilla del Neckar y vimos las casas de colores reflejándose en el agua: es la postal típica, la imagen que a uno se le viene a la cabeza cuando piensa en Tübingen. Sin habérmelo propuesto...estaba allí.
No sólo era todo mucho más bonito de lo que imaginaba si no que nos aguardaba otro agradable imprevisto: No había mercado de navidad, pero en su lugar, ¡¡¡se celebraba el CHOCOLART!!! Un festival por todo lo alto dedicado al chocolate. Por toda la plaza principal había stands donde se ofrecía chocolate de todos los rincones del mundo en todas sus formas y variedades y sobre las fachadas de las casas se proyectaban imágenes luminosas relacionadas con el cacao y los dulces: una decoración muy colorida y vistosa.
Las luces navideñas, de tela hinchable, simulaban estrellas y llamas y me parecieron muy originales y adecuadas para la apariencia de aldea de Hänsel y Gretel que había adquirido la ciudad. Había muchísima gente por la calle, mucho ambiente. Cada dos o tres tiendas, una era una pastelería; así que empezamos a zampar. En otro local donde los dependientes bromearon con nosotras, adquirimos chocolate para beber y salimos a la plaza del ayuntamiento a tomarlo. El ayuntamiento es un precioso edificio con la fachada cubierta de pinturas polícromas.
¡Bretzel!! Adoro estos nudos de pan ligeramente salado. En esta tienda no compré ninguno, pero al dia siguiene me comí uno tan grande, que me duró todo el día.
Mereció mucho la pena venir de noche porque la iluminación era una gozada, pero lamenté no haber pasado allí un dia entero para verlo todo bien a plena luz del día. Y me apenó, sobre todo, que casi todas las fotos salieran movidas o borrosas. No llevábamos trípode y no había donde apoyar la cámara, así que por desgracia, las fotos que ilustran este post dan una idea algo pobre de lo precioso que era todo.
En flickr hay mejores fotos de gente que estuvo allí. Si tenéis ganas de echar un vistazo: Chocolart en Flickr.
Después de haber disfrutado y habernos puesto hasta las trancas de chocolate, tocaba regresar a la estación. Andábamos un pelín perdidas y entonces, siguió la magia y apareció un AUTOBÚS DIRECTO A LA ESTACIÓN. Sólo tuvimos que acelerar un poquito el paso para cogerlo. Como teníamos el "Schönes Wochenende" y podíamos utilizar todos los medios de transporte a discrección, subimos sin dudarlo y en un pis-pás estábamos esperando el tren de regreso a Stuttgart. Así acababa un día redondo. Nos quedaba aún el lunes 7 entero para ver Esslingen con calma. Así que no necesitábamos madrugar.
Pero de ello hablaré en el próximo y último post dedicado a mis recuerdos del viaje.
CONTINUARÁ.
Pero el destino me reservaba una agradable sorpresa. Cuando por la mañana del domingo tomamos el interrail hacia Hechingen, vimos que el mismo tren pasaba también por Tübingen; sólo unas pocas paradas antes... (¡Pensé que estaba más lejos de Stuttgart!).
Aunque ya era de noche cerrada cuando llegó nuestro tren de vuelta, todavía no eran las seis de la tarde. ¡¡¿Cómo íbamos a volver tan pronto?!!! No habíamos planeado nada, ni mirado mapas, ni buscado información. Pero el destino quería que todo marchase sobre ruedas y no nos hizo falta. Enseguida llegamos al casco antiguo y no podéis imaginar el alegrón que me llevé cuando pasamos por la orilla del Neckar y vimos las casas de colores reflejándose en el agua: es la postal típica, la imagen que a uno se le viene a la cabeza cuando piensa en Tübingen. Sin habérmelo propuesto...estaba allí.
No sólo era todo mucho más bonito de lo que imaginaba si no que nos aguardaba otro agradable imprevisto: No había mercado de navidad, pero en su lugar, ¡¡¡se celebraba el CHOCOLART!!! Un festival por todo lo alto dedicado al chocolate. Por toda la plaza principal había stands donde se ofrecía chocolate de todos los rincones del mundo en todas sus formas y variedades y sobre las fachadas de las casas se proyectaban imágenes luminosas relacionadas con el cacao y los dulces: una decoración muy colorida y vistosa.
Las luces navideñas, de tela hinchable, simulaban estrellas y llamas y me parecieron muy originales y adecuadas para la apariencia de aldea de Hänsel y Gretel que había adquirido la ciudad. Había muchísima gente por la calle, mucho ambiente. Cada dos o tres tiendas, una era una pastelería; así que empezamos a zampar. En otro local donde los dependientes bromearon con nosotras, adquirimos chocolate para beber y salimos a la plaza del ayuntamiento a tomarlo. El ayuntamiento es un precioso edificio con la fachada cubierta de pinturas polícromas.
¡Bretzel!! Adoro estos nudos de pan ligeramente salado. En esta tienda no compré ninguno, pero al dia siguiene me comí uno tan grande, que me duró todo el día.
Mereció mucho la pena venir de noche porque la iluminación era una gozada, pero lamenté no haber pasado allí un dia entero para verlo todo bien a plena luz del día. Y me apenó, sobre todo, que casi todas las fotos salieran movidas o borrosas. No llevábamos trípode y no había donde apoyar la cámara, así que por desgracia, las fotos que ilustran este post dan una idea algo pobre de lo precioso que era todo.
En flickr hay mejores fotos de gente que estuvo allí. Si tenéis ganas de echar un vistazo: Chocolart en Flickr.
Después de haber disfrutado y habernos puesto hasta las trancas de chocolate, tocaba regresar a la estación. Andábamos un pelín perdidas y entonces, siguió la magia y apareció un AUTOBÚS DIRECTO A LA ESTACIÓN. Sólo tuvimos que acelerar un poquito el paso para cogerlo. Como teníamos el "Schönes Wochenende" y podíamos utilizar todos los medios de transporte a discrección, subimos sin dudarlo y en un pis-pás estábamos esperando el tren de regreso a Stuttgart. Así acababa un día redondo. Nos quedaba aún el lunes 7 entero para ver Esslingen con calma. Así que no necesitábamos madrugar.
Pero de ello hablaré en el próximo y último post dedicado a mis recuerdos del viaje.
CONTINUARÁ.
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